lunes, 27 de abril de 2009

Educar.... en la nueva Sociedad

La revolución de la tecnología informática, iniciada hace treinta años, está provocando nuevas necesidades formativas y de conocimientos en los ciudadanos. El acceso y uso inteligente de este conjunto de artilugios y tecnologías requieren de una persona con un tipo y nivel de cualificación distinto del que fue necesario hasta estos tiempos. Los acelerados cambios que impone la sociedad de la información en los ámbitos productivo y comunicacional, obligan a alteraciones profundas y ágiles en la transmisión de conocimientos. Más que contenidos curriculares, lo que se requiere es generar una disposición general al cambio en las formas de aprender, comunicarse y producir.
La enseñanza entendida como un acto de comunicación específica, es un proceso social que depende de las actitudes, valores e intereses sociales y no sólo del conocimiento y habilidades científicas. El papel del docente, como también el de los planificadores de la enseñanza, deberá incluir la capacidad de brindar un contexto en el cual el uso de las tecnologías en las escuelas mantenga una relación medios-fines, en la que la comunicación se oriente a adquirir y a procesar conocimientos con sentido de totalidad y de manera ordenada. La reflexión crítica tiene que estar en la base de las prácticas de aprendizaje con las nuevas técnicas y herramientas.
De lo contrario, se corre el riesgo de caer en una dispersión de actos comunicativos que no construyen ni sistematizan la información que van generando.
Estamos ante una nueva generación que necesita otros modelos de escolaridad y enseñanza adecuados al nuevo entorno tecnológico y cultural en el que se desenvuelven. Si la inclusión social pasa cada vez más por el acceso al conocimiento, por la participación en redes y el uso de tecnologías actualizadas de información y comunicación, el sistema de educación formal es la clave para difundir ese acceso, dado que permite masificar conectividad y uso de redes electrónicas. El debate en consecuencia, es sobre el modelo de sociedad que queremos construir. Por ello, un discurso pedagógico alternativo no puede obviar algunos de los numerosos efectos perversos que se están fraguando en el actual devenir de la sociedad de la información y que desde una ética democrática y progresista resulta a todas luces cuestionable y preocupante.
Educar conforme a los procesos y contextos culturales de los educandos nos devuelve a algunas de las premisas de la pedagogía crítica que Paulo Freire planteó durante los años sesenta y setenta, en el sentido de acercar la educación a las realidades socioculturales de los educandos y a una perspectiva crítico-transformadora de la realidad que viven los mismos. Una cosa es el consumo de información como mercancía y otra es utilizar la red para una mejora de la calidad de las interacciones humanas. La idea es utilizar los medios de comunicación en prácticas educativas como medios de expresión y de cuestionamiento, vale decir, como una práctica pedagógica que sea a la vez un ejercicio preparatorio de participación ciudadana.
Estamos planteando la necesidad de una política global en dónde las personas jóvenes y adultas conozcan los mecanismos técnicos y las formas de comunicación de las distintas tecnologías; adquieran criterios de valor que permitan a éstos discriminar y seleccionar aquellos productos de mayor calidad cultural; tomen conciencia del papel de los medios y tecnologías en nuestra vida cotidiana. Lo que está en juego es el modelo social de la sociedad de la información. Lograr las anteriores metas significará que ese modelo de sociedad futura se apoye más en principios y criterios democráticos que en los meramente mercantilistas.
Investigaciones hechas en varios países de América Latina sugieren que uno de los problemas respecto al impacto social de Internet en la cultura escolar es la tendencia a una implementación meramente instrumental o técnica, que malogra su potencial como lenguaje y como sistema de representaciones en los que los jóvenes crean y recrean relatos, visiones de sí mismos y de la sociedad (Bonilla, 2001).
También el uso de recursos audiovisuales convencionales dentro de las salas de clase, como la radio, el video y la televisión, constituye una herramienta que deberá contar con difusión progresiva en las escuelas. La experiencia muestra que la capacidad de atención, de motivación y de absorción de los educandos puede aumentar en buena medida cuando se utiliza apoyo audiovisual y se trabaja después, en una estructura más horizontal y conversacional, a partir de dicho material. A medida que se incorporen estos medios y la reflexión crítica sobre los mismos, la escuela podrá ir superando la oposición entre aprendizaje escolar y consumo mediático, estimulando en los alumnos un uso más selectivo y reflexivo del consumo cultural.
El desafío para las escuelas, sobre todo para las públicas, es salir de su posición defensiva frente al fenómeno de comunicación de masas, incorporar la plasticidad propia de dichos medios para difundir y combinar conocimientos, y, al mismo tiempo, organizar ese mosaico de estímulos mediáticos a fin de evitar la banalización del conocimiento y alimentar en el alumno un espíritu selectivo.
Consumir información pero sin criterios intelectuales ni morales conduce, inevitablemente hacia la alienación cultural y social.





Fábula de los tres hermanos resume la relación entre la sociedad de la información y la comunicación y la sociedad del conocimiento. Para la escuela el desafío está en la mirada, ni tan lejana que no logre anclar en las realidades del futuro que es posible traer al presente, ni en el suelo, en el pasado, que nos construyó como sistema que detentó y pretende continuar con la función de distribuir el conocimiento. Quizás la clave está en que el sistema educativo se sumerja de cabeza con los ojos bien abiertos, la mente alerta y la disposición permanente a renovar las prácticas de manera de transformar el “hacer educativo” en una actividad selectiva, reflexiva y crítica.

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